sábado, 11 de enero de 2014

Solsticio de Invierno

Hace poco celebramos el Solsticio de Invierno, más conocido dentro del paganismo como la festividad de Yule.
En el Solsticio de Invierno celebramos la entrada oficial del invierno astronómico, y se celebra en el hemisferio norte cerca del 21 de diciembre, y en el hemisferio sur, alrededor de 21 de junio. Yule y Yuletide, al igual que la "Festividad de Yalda" (una fiesta invernal iraní), son términos arcaicos indoeuropeos usados para referirse a la tradición antigua que observa los cambios naturales causados por la rotación del sol alrededor de la tierra, que da como resultado las estaciones del año, y sus efectos en la cosecha alimenticia, en concreto durante el solsticio invernal. Se veneraba al Sol como Dios dador y propiciador de esas cosechas que tenían que servir de alimento hasta la siguiente temporada. Y era ahora, en el solsticio invernal, cuando el Sol, después de llegar al punto de menos horas de luz, comenzaba de nuevo a alargar su luminosidad, la que traería los próximos alimentos, y ello era digno de festejo y adoración. El Neopaganismo ha recuperado esta celebración como una de las fases de la rueda anual en la que el Dios Luminoso, que partió en Samhain a la Tierra del Eterno Verano para preparar su renacimiento, siendo su lado oscuro coronado como Rey de la mitad oscura del año, renace aquí en medio de la noche más larga trayendo la nueva luz, la promesa de la vida, en forma del niño divino. Es en Yule cuando tiene lugar el alumbramiento del nuevo Dios del Sol, fruto de la unión que la Diosa Doncella y su Consorte realizaron durante el pasado Beltaine (1 de Mayo). El nuevo Dios crecerá y se hará fuerte a lo largo de la primavera, convirtiéndose entonces en Consorte de la Diosa para comenzar un nuevo ciclo. Este alumbramiento pone de manifiesto la perfección del Universo, el equilibrio existente entre luz y oscuridad, y es un símbolo de esperanza. Todas las hojas han caído, la naturaleza duerme y es el momento más oscuro del año. Se inicia un momento de espera y meditación sobre la oscuridad, para observarnos a nosotros mismos y descubrirnos, pues se necesita tiempo para despertar a un nuevo ciclo y renacer tras la muerte. Ésto nos ayuda a comprender que tras cada fin siempre hay un comienzo nuevo. A partir de este momento renace la luz y la esperanza, y la naturaleza comienza a despertar de su letargo invernal.
Es toda una celebración de esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario